Ubicada en las afueras de Chillán, el paisaje que rodea la casa es rural, inabarcable con el ojo humano. En primer plano, vallas de madera que delimitan los predios, las vacas y los árboles solitarios. Al fondo, se alzan los cerros nevados de la cordillera de los Andes.
El programa funcional es sencillo. El presupuesto, escaso. No obstante, el cliente es especial: un filósofo que ha decidido abandonar la ciudad y retirarse al campo a escribir y reflexionar. Surge entonces la cuestión fundamental: la relación entre habitante y paisaje, territorio, geografía. Aquello singular y humano en conexión con la inmensidad del territorio. ¿Cómo relacionar estos dos ámbitos? Respuesta: un espacio - el patio- entre dos mundos: el doméstico y el de la geografía.
El patio es el espacio central de esta casa: allí donde el habitante pasa la mayor parte del tiempo: escribiendo, leyendo y cuidando las plantas aromáticas. Un patio que es un jardín abierto al paisaje rural. Un jardín que es un reflejo de quien lo habita.