El encargo consiste en unir tres locales ubicados en una planta ático de un edificio de oficinas del barrio del Ensanche de Barcelona, para convertirlos en una sola oficina que sea lo más diáfana y luminosa posible.
La presencia de una serie de elementos existentes que hay que mantener -los patios de instalaciones y los pilares- y la profundidad del local complican una buena distribución de las oficinas. Prácticamente todas las opciones terminan por tener espacios sin luz natural, o bien por estar excesivamente compartimentadas.
Las esculturas de Richard Serra han servido de inspiración: un objeto de grandes dimensiones en medio de un espacio diáfano. Una gran caja que articula todos los espacios de la oficina, al mismo tiempo que esconde el espacio de instalaciones y servicios, y guarda aquello más importante: la sala de reuniones, el espacio destinado a la discusión y el acuerdo, actividad fundamental que vertebra la sociedad y la actividad económica.